El mapa pintado de violeta, casi enteramente de norte a sur, se volvió una obsesión para Cristina Fernández de Kirchner. Esa foto áspera, que magnificó la derrota en Santa Cruz, más de tres décadas después de la jura de Néstor Kirchner como gobernador, construyó una certeza dura, aunque con un leve dejo de expectativa, para la vice: que el peronismo está a la deriva, perforó su piso electoral, pero mostró que puede todavía activar su maquinaria política y ser, de mínima, competitivo.

La vice regresó el lunes de Río Gallegos, se instaló en su despacho del Senado y recibió un informe de Eduardo “Wado” De Pedro, jefe de campaña de Sergio Massa, y enlace con los gobernadores. En la mesa chica de Unión por la Patria (UP), de la que Cristina no interviene aunque incide vía el ministro del Interior y su hijo -que tienen oficinas en el búnker de la calle Mitre- se armó un mapa de calor del músculo electoral, que registra donde creen que se jugó a medias y se podría crecer.

Hay un primer factor que explica que, aun diezmado, el PJ mantiene vitalidad electoral. La afirmación genérica es que cuando el peronismo pone en juego el territorio, tiene mejor cosecha. En la provincia de Buenos Aires, donde Massa y Kicillof sacaron casi exactamente los mismos votos -apenas 60 mil de diferencia, que se explican porque los extranjeros votan cargos provinciales y municipales pero no nacionales-. Es el 37% del padrón, el más grande de los tercios territoriales, el peronismo traccionó, aun con corte entre la boleta presidencial y las intendencias, y arrimó el 56% de los votos que UP sacó a nivel nacional.

En Catamarca, Massa ganó la provincia aunque terminó 15 puntos abajo de Raúl Jalil, el peronista que fue por su reelección. El gobernador atribuyó eso a factores locales, a tracción de arriba hacia abajo, un corte automático inmanejable. Así y todo, en Catamarca, motorizado por la disputa provincial, la boleta presidencial de UP estuvo una muy buena performance respecto a provincias como La Rioja, San Juan o Misiones, gobernadas por aliados de Massa. Jalil habló de “descuidos” de algunos gobernadores a la hora de encarar la elección. Algo similar ocurrió en Entre Ríos, donde la diferencia entre la lista nacional y la provincia fue reducida, pero Massa tuvo mejor performance que en provincias vecinas como Santa Fe.

Radar

Así y todo, salvo Buenos Aires, en las provincias donde se votó en simultáneo presidente-gobernador, la boleta de UP nacional estuvo abajo de la local. Hubo casos extremos como Santa Cruz, donde además de perder por ocho puntos con Javier Milei, la sumatoria Massa-Grabois quedó 22 puntos abajo de lo que juntaron los tres lemas peronistas. Hay un elemento operativo: en esa provincia, las boletas de presidente y gobernador iban separadas. Quizá motorizado por eso se registró un dato curioso: el voto en blanco en el renglón presidencial fue de 28% y casi empató con Milei. En el tramo del Senado, que ganó Alicia Kirchner, el voto en blanco fue de 62%.

Las diferencias, que Jalil atribuyó a distracciones, figuran en el mapa de calor que armó el laboratorio de UP y que, dicen en el oficialismo, “Wado” analizó con Cristina. Algunos highlights: el 50% que Milei obtuvo en Salta, mientras el peronismo apenas superó los 24 puntos, el 43 de LLA en Misiones contra 27 de UP o el tercer lugar, empatado con JxC, que el peronismo registró en La Pampa. Hay algunos renglones especialmente sensibles en barriadas populares de Tucumán, como en Banda del Río Salí, donde Milei hizo una elección imponente. ¿Qué pasó para que la Osvaldo Jaldo resultara reelecto con 60% de los votos, pero Massa haya sacado la mitad?

En Tucumán, según el reporte que hacen en UP, Juan Manzur, todavía jefe local, no se involucró en la elección y Jaldo, el gobernador electo, lo hizo a medias. Otra provincia que miran con detenimiento en Salta, gobernada por Gustavo Sáenz, excandidato a vice de Massa en el 2015, y que no jugó en las PASO. Son territorios donde, se supone, debería mejorar la performance del peronismo porque tocó picos históricos a la baja. La pregunta, difícil de responder, es si la logística electoral puede lograr revertir el mal humor producto de una situación económica complicada.

En el oficialismo se entregan a un ejercicio teórico según el cual el resultado del 13-A es el peor resultado posible y que, para adelante, solo le queda mejorar. Los menos de 10 puntos en Córdoba, niveles catastróficos para un oficialismo nacional, sugieren que ese es el piso y que inevitablemente, algo mejorará. Déjà vu: en la previa a las primarias, los mismos portavoces aseguraban que UP no podía bajar de los 30 puntos porque no podía hacer peor elección que la que hizo en el 2021. Fue peor.

Padrón marcado

Los números de espanto del peronismo, cuyo impacto político no fue terminal sólo porque la elección de Juntos por el Cambio (JxC) fue comparativamente peor: pasó de 42,7% en 2021 a 28,3 dos años después, es decir perdió 14,4 puntos. La lógica que emiten en el entorno de Cristina, parecida pero no idéntica a la que difunde el massismo, es que en la provincia de Buenos Aires se pueden superar los 40 puntos, 4 por encima de los que sacó Axel Kicillof. Hablan de hacer lo que hicieron en el 2021: salir con padrón marcado, con un mapeo de concurrencia e información ambiental de lugares donde podría haber más votantes de UP de los que hubo. Es un poco una lotería pero en la legislativa, recuerdan, funcionó porque luego de perder las PASO, el PJ casi empató la general.

Es obvio que reelegir en provincia es la prioridad de Cristina, porque luce altamente probable: porque ganó en las PASO y porque no hay balotaje. “En condiciones normales de temperatura y humedad”, es la ironía que relativiza esa expectativa, y que se sostiene sobre dos variables: que quedó resto por movilizar, no votantes del UP que irán en la general, y el corrimiento de votantes que se quedaron sin su candidato, como los del espacio de Guillermo Moreno o Libres del Sur, que son críticos pero podrían ir por descarte a UP ante la amenaza Milei-Bullrich. Suman, juntos, casi 350 mil votos, que puede ser determinantes cuando entre Milei y UP hay algo más de 700 mil votos.

Así como proyectan un crecimiento en PBA, sobre todo en conurbano, también el mapa de calor muestra que se puede reforzar la estructura en las provincias, en particular del Norte, donde Milei hizo una muy buena elección y, confiesan -como confesaban antes- los referentes locales del PJ, el peronismo le “cuidó” la boleta a La Libertad Avanza (LLA), a partir de la tesis de que les convenía que tenga una buena elección para restarle fuerza a JxC. La elección fue mucho mayor a los esperada y Milei es, ahora, una amenaza.

Están bien los 33

La cuenta que hacen en los búnkeres del PJ es cómo llegar al número mágico que los pone en el balotaje. La frontera mínima ideal son los 33 puntos, porcentaje con los que se garantizarían un pasaporte a la segunda vuelta. La dimensión de la crisis económica vuelve, en estas horas ser frágil ante cualquier cálculo pero vital a la hora de comparar. Los operadores de UP creen que el peronismo está, comparativamente, más cerca de llegar al 33% a partir de la sumatoria mencionada más arriba pero además porque, entienden, a diferencia de Patricia Bullrich, que no irán a disputarle votos a Milei sino que se enfocarán en el universo, que el tiempo dirá si es suficiente o no, que se para enfrente de las dos ofertas opositoras, LLA y JxC.